Mª Isabel Florea: “Mi vocación de ayudar tiene que ver con los valores que desde el colegio me inculcaron”
En una nueva entrega de las entrevistas a nuestros antiguos alumnos, contamos con la colaboración de Mª Isabel Florea Salado, que ejerce la profesión de Juez. Además de recordar su paso por nuestro centro y algunas de sus vivencias más especiales, nos habla de su vocación y otros detalles de su carrera profesional que pueden inspirar a quienes están interesados por tomar el camino de la judicatura.
– ¿Cómo has llegado a descubrir tu vocación y desempeñar tu profesión actual?
Cuando finalicé mi etapa en el colegio, me incliné por el bachillerato de ciencias sociales, que estudié en el IES Lucus Solis y, después de aprobar selectividad, me decanté por la carrera de derecho, que cursé en la Universidad de Sevilla. Realmente, mi vocación desde pequeña era magisterio pero decidí, aconsejada por mi padre, estudiar derecho, sabiendo que, si no me llamaba la atención las profesiones relacionadas con el derecho en sí, siempre podría dedicarme a la docencia.
La profesión que ejerzo supone el estudio de una oposición. Tuve claro mi decisión de opositar en tercero de carrera, motivada por el consejo de mis profesores de Universidad y por el conocimiento de la función que desempeñan los distintos operadores jurídicos que intervienen en el mundo del derecho y, en concreto, por la figura del Juez.
El tiempo para conseguir aprobar la oposición depende mucho de cada persona y, en ningún caso, estudiarla implica necesariamente que la aprobarás. En mi caso, estuve estudiando un total de tres años y medio, y aprobé la segunda vez que me presenté. La oposición conlleva estudiar de lunes a domingo, con un sólo día libre a la semana, 15 días de vacaciones en agosto y un horario que, en mi caso, comprendía desde las 8:30 horas hasta las 21:30 horas, parando únicamente para almorzar una hora. Esto, que puede resultar tormentoso y que, en cierto modo, lo es, te proporciona unos valores indispensables para afrontar no sólo la oposición, sino la vida en general: tenacidad, responsabilidad, esfuerzo, tesón, amor propio y por los que creen en ti, la capacidad de no rendirte fácilmente ante los obstáculos,..etc. Pero además de esta lucha solitaria, en esta carrera de fondo que es opositar, contamos con lo que se denominan los preparadores, que son personas que ya han aprobado la oposición y que te preparan para examinarte. En mi caso, conté con dos preparadores, que eran fiscales de la Audiencia Provincial de Sevilla, a los que estaré eternamente agradecida y por los que cada día doy gracias a Dios, al llegar por pura casualidad a ellos. Por pura casualidad o, como yo siempre he pensado, porque Dios me los puso ahí. Una vez aprobado, el opositor debe elegir entre la carrera fiscal o judicial, pues la oposición es la misma para ambas profesiones.
En tu caso, ¿por qué juez y no fiscal?
Desde que comencé a opositar, tuve claro que quería ser Juez porque es una función que te permite hacer algo por los demás y en la que ostentas capacidad de decisión para que ello ocurra. El Juez es un mero aplicador del derecho, esto es, aplica, a los conflictos y problemas que surgen en la ciudadanía, la norma que aprueba el Parlamento, a quiénes todos elegimos con nuestros votos. Pero la función del Juez va más allá, porque no se limita a aplicar la norma sino que, además, la interpreta cuando ésta resulta dudosa o no contempla exactamente el supuesto de hecho o problema que se plantea para resolver. Para mí, mi profesión es muy bonita porque ayudas a las personas a resolver los problemas que ellas solas no son capaces de solventar, bien porque tienen diferentes opiniones o puntos de vista, o bien porque no conocen cómo hacerlo. Es un puesto de responsabilidad, porque las personas confían en que el Juez hará justicia, lo que no implica resolver, necesariamente, el conflicto a su favor, sino resolver la cuestión de la manera que más se ajuste a la ley que, recordemos, es la aprobada por el pueblo (soberanía popular), al elegir a nuestros representantes en el Parlamento. El Juez es un árbitro imparcial y objetivo en la controversia, pues no conoce a las partes y debe abstraerse de toda ideología y sentimiento para decidir. Esta vocación de ayudar, de servicio público, tiene que ver, a mi juicio, con los valores que desde el colegio me inculcaron: la vocación de ayudar, de servicio, “servir es reinar”.
– ¿Qué recuerdos de tu paso por el colegio Cardenal Spínola de Sanlúcar conservas con más cariño?
Sin duda alguna, todo lo relacionado con el carácter religioso del centro. Las distintas actividades y los actos que preparábamos con tanto cariño e implicación: el mes de María, la coronación, la preparación de cantos, la canción dedicada a la Inmaculada en diciembre, los medios días de MIM, montañeros, las meditaciones, los campamentos de verano, etc. También recuerdo con mucho cariño el equipo de vóleibol del colegio, al que pertenecí durante algunos años, los partidos cada fin de semana y los maratones en el Polideportivo de Sanlúcar.
Guardo muy buen recuerdo de todos estos momentos y actividades, no sólo por lo que implicaban a nivel humano, de formación individual y de valores, que resulta fundamental, sino también porque contribuían a disfrutarlos, vivirlos y prepararlos con los compañeros de clase, muchos de los cuales siguen siendo, hoy día, amigos, y con los que sigo manteniendo el contacto.
– ¿Alguna persona que recuerdes de manera especial?
No puedo dejar de hacer referencia, en este punto, a una de las personas que con más cariño recuerdo del centro: la hermana Carmen. Tuve la suerte de ser su alumna con tan sólo 5 años y ella es uno de los primeros recuerdos de los que tengo conciencia en el colegio. Su forma de enseñarnos, la dedicación y el cariño que nos daba día a día, se han quedado grabados en mi corazón para siempre. En definitiva, todo ello hizo que tuviera una infancia muy feliz y por eso, siempre recuerdo con mucha ilusión y cariño mi etapa en el Colegio.
– ¿Cuál fue el mejor aprendizaje que te llevaste del colegio?
El mejor y mayor aprendizaje que me proporcionó el centro fue, sin duda alguna y como ya he referido anteriormente, el conjunto de valores que me ayudó a ser quien soy. Lo primero que aprendí en el centro y que ha sido fundamental en mi vida, fue el esfuerzo. Corría tercero de primaria y recuerdo que las matemáticas y el conocimiento del medio no me gustaban mucho. Mi tutor era el actual Director del Colegio, D. Alfonso. Un día, mi padre llegó a mi casa y me dijo que había visto al profesor en un bar y le había contado que iba un poco floja en esas asignaturas. A partir de ese momento, que recuerdo perfectamente, ante el respeto que con aquella edad le producía a una niña que sus padres estuvieran continuamente enterados de lo que estudiaba o no, surgió en mi la necesidad y la voluntad de esforzarme y dar lo mejor de mí para que aquello no ocurriera más. Siempre pienso que esta anécdota fue el comienzo que me ha llevado hasta donde estoy hoy, y aunque todo este camino ha resultado bastante duro porque no siempre podía ver el resultado de mi esfuerzo, doy gracias cada día por ello.
Pero, además del esfuerzo, mi etapa en el colegio me proporcionó otros valores imprescindibles y que cada día llevo conmigo: la empatía, la vocación de ayudar y servir a los demás, el compromiso, la responsabilidad, la fe. Es cierto que en mi camino de fe han contribuido fundamentalmente mi familia, pero también el colegio en un parte muy importante. Toda mi formación personal y académica ha estado siempre marcada por un matiz cristiano que me ha acompañado a lo largo de mi vida. Si preguntaran a alguien que me conozca por algo que me identifique, probablemente muchos de ellos contestarían que soy una persona marcada por la fe. Los cimientos de mi educación y mi persona han sido fuertes en la fe gracias al colegio y a mi familia. Esto es algo que agradeceré siempre porque la fe es un modo de vida que mantiene a una persona feliz. Una persona que tiene fe, es una persona feliz porque tiene confianza y porque mira las situaciones más duras con un halo de esperanza, encontrando siempre un aprendizaje positivo en ello, con la garantía de que, a pesar de todo, Dios vela por ti y puedes descansar en él.
Por último, a nivel académico, me llevo también el recuerdo de los conocimientos impartidos por los grandes docentes que tiene el centro: la Srta. Mª Ángeles y sus clases de lengua e inglés, la Srta. Fani y sus clases de lengua y francés, la Srta. Ana Belén y sus clases de química, o el profesor Rafael, que me ayudó tanto en los recreos de 4º ESO con las matemáticas. Podría estar nombrándolos a todos, porque no he olvidado ni un solo nombre ni ninguna sola cara. Han sido muchos los profesores que no solo se preocupaban de nuestra formación a nivel académica, sino que también nos proporcionaban cercanía humana y personal, aspecto que, en este sentido, resulta encomiable.
– Si tuvieras que definir tu colegio con una palabra…
Carisma